Abrazando la incertidumbre

Nos gusta tener una cierta sensación de control en nuestras vidas. Es así.  Anhelamos la seguridad en nuestro entorno. Y tratamos de crear en él los factores que nos den esa sensación: un trabajo estable, una relación sentimental estable, amistades fieles, rutina, etc
El caso es que, a pesar de que empleamos mucha energía en ello, cuando nos paramos a reflexionar, o más bien a sentir si le estamos dando un sentido a nuestras vidas, nos damos cuenta de que a menudo no sabemos hacia dónde nos dirigimos.

Las señales: algo no va como debería

Es entonces cuando algo de muy adentro nos alerta de que nuestro trabajo, a pesar de proporcionarnos la estabilidad financiera que queríamos, no nos da la paz que buscamos, porque ya no nos motiva y quizá en realidad nunca lo ha hecho. O nos damos cuenta de que nuestra pareja, aquella persona que vino a nuestra vida a darle sentido, ya no nos produce más que un cierto cariño por lo que un día fue. También nos damos cuenta de que nuestras amistades ya no nos enriquecen. O a lo mejor somos nosotros mismos los que ya no nos aguantamos, y no sabemos por qué.

Pero seguimos empeñados en construir una realidad que creemos controlar. Si el trabajo no nos llena, entonces soñamos con que un día vamos a tener el coraje de emprender ese proyecto que siempre hemos soñado. O soñamos que nuestra relación de pareja va a mejorar porque los niños un día se harán mayores y tendremos más tiempo para nosotros; o pensamos que en enero vamos a empezar a retomar esa afición que llevamos tiempo sin practicar.

Lo que raramente hacemos es parar de verdad. No hacemos la reflexión de que nuestras vidas no nos están llenando, sino más bien “llenamos nuestra vida” de personas, actividades y planes para que esta pase sin herirnos demasiado.

El interruptor

Hasta que un día ocurre un acontecimiento inesperado, y nos damos de cabeza contra el muro. Nuestro jefe nos llama para comunicarnos que la empresa a la que hemos dedicado tanta energía ya no nos necesita. O nuestra pareja nos dice un día, así de repente, que ya no nos quiere. Y ahí nos damos cuenta de que nuestro proyecto de tenerlo todo bajo control, no ha funcionado.

Estos acontecimientos se definen como quiebres; son sucesos que ocurren de repente y nos enfrentan de manera brusca a una nueva realidad.

Pero, ¿cómo es posible? ¡Si todo parecía ir más o menos bien!

Al principio no lo podemos creer. Luego viene la rabia. Y tras un tiempo, no nos queda otra opción que aceptarlo.

Por increíble que parezca, muchos intentarán diseñar un plan similar al anterior: buscan un trabajo similar y problema solucionado. O buscan una pareja que reemplace la anterior y asunto arreglado.

Sólo los muy valientes tratarán de aprender de lo sucedido, y se replantean si su plan es en sí el origen del problema. Sólo los que se atreven a cambiar el punto de vista, se cuestionarán sus propias creencias. Como explico en éste otro artículo, a veces se gana, y otras se aprende

A lo mejor tener un trabajo que me proporciona una buena nómina y cierta reputación no es un buen punto de partida. O tener la pareja que la sociedad y la familia esperaba de mí tampoco. O ya no disfrutamos de las conversaciones con nuestros amigos como antes. O ni siquiera disfrutamos de nuestra soledad.

Aprendiendo

Entonces comienza un periodo de aprendizaje muy interesante. Por un lado, nos damos cuenta de que nuestras creencias, que nos han acompañado toda nuestra vida, a lo mejor no son tan útiles como creíamos. Y eso duele.

Hemos confiado tanto en nuestras creencias, que cuando nos damos cuenta de su escasa utilidad, nos entristece profundamente. Aprendemos entonces de que somos extremadamente vulnerables. Ayer teníamos unas creencias que le daban sentido a nuestra vida, y hoy ya no tenemos ni siquiera eso. Los pilares que daban estructura a nuestra vida se han caído.

Es una sensación de profundo vacío, de miedo infinito, de una gran pérdida.

Pero entonces algo mágico sucede. Entonces, cuando nos damos cuenta de que nuestra vida no tenía sentido, una semilla empieza a germinar. Es la futura planta que aún no sabemos qué frutos dará. El vacío que sentíamos se empieza a llenar de esperanza, de nuevas posibilidades y aprendizajes. Ahora nos cuestionamos todo un poco más, sí; pero eso también nos permite ver diferentes puntos de vista y, en consecuencia, otras opciones por las que decantarnos.

¿Hemos perdido el trabajo? A lo mejor es una buena oportunidad para emprender ese proyecto con el que siempre habíamos soñado; ¿por qué no acudir a un profesional para que te oriente y te ayude en ese proceso?. Si hemos sido capaces de aprender de esta pérdida con humildad y valentía, enfocaremos este proyecto con ilusión pero también con precaución.

¿Nuestra pareja nos ha dejado? A lo mejor no estábamos hechos el uno para el otro; quizás no elegimos a la persona por lo que nos proporcionaba, sino porque cumplía con ciertos requisitos que nos habían o nos habíamos impuesto. Quizás sea momento de fijarnos en otros valores para elegir a nuestra futura pareja.

¿Hemos perdido a nuestro mejor amigo por un conflicto? Quizás es buen momento para reflexionar, o más bien, sentir, si nos estaba aportando lo que necesitábamos.

Esta es una fase de gran incertidumbre, sí, pero también lo es de gran creatividad y energía. Si somos capaces de afrontar esta fase con confianza en nosotros mismos y en el futuro, un abanico de enormes oportunidades se abre delante de nosotros.

Creciendo: Abrazando la incertidumbre

Si incluso nos arriesgamos a ir más allá, y a poner el foco no solo en las oportunidades que se nos abren, sino en el hecho de que somos más que lo que creíamos ser, y que tenemos más herramientas de las que creíamos, comienza una nueva forma de vivir.

Empezamos a ser más conscientes, atrevernos a ser más vulnerables, atrevernos a “no saber”, a escuchar más a nuestras emociones e instintos y menos a nuestra razón. En definitiva, nos atrevemos a dejar de perseguir lo que damos por cierto.

Si hemos conseguido transformarnos de ese modo, habremos aprendido que la vida no tiene sentido cuando la diseñamos desde el control y la comodidad. Habremos aprendido que es precisamente cuando abrazamos la incertidumbre y nos cuestionamos las creencias propias y ajenas cuando le empezamos a ver cierto sentido a la vida. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× Primera sesión gratuita!