Hace unos meses por fín ví el Documental “Lo que el pulpo me enseñó”. A pesar de lo bien que había oído hablar del Documental, el título no había despertado mi interés, por lo que siempre encontraba una excusa para no verlo. Y qué equivocado había estado.
Espero no hacer demasiado spoiler, pero voy a comentar algunas ideas que en relación al coaching me sorprendieron tras verlo. “Lo que el pulpo me enseñó” es un maravilloso y emotivo documental en el que un fotógrafo profesional, que ha decidido tomarse unos meses de parón en su actividad, se propone ir a visitar a diario un misterioso bosque marino cercano a su casa en Sudáfrica. Acompañado de tan sólo un equipo de snorkel y una cámara subacuática, cada día visita aquel lugar con el inusual propósito de observar lo que ahí ocurre. Pronto se encuentra con un misterioso pulpo que le llama la atención, así que decide buscarlo a diario durante meses para estudiar su comportamiento.
Este plan le lleva a descubrir fenómenos que provocan en el fotógrafo una creciente admiración hacia este enigmático animal. A diario se acerca suavemente a su escondite, aunque el pulpo siempre termina escapando… hasta que poco a poco, el pulpo comienza a confiar en él y se va acercando, cada día un poco más. Un día, el pulpo se acerca tanto que comienza a abrazarlo con sus tentáculos en un armonioso y emocionante baile de caricias.
Hay en el documental otros interesantísimos descubrimientos que no es necesario traer aquí, pero la conclusión a la que se puede llegar tras verlo es que, sólo con cambiar nuestra perspectiva y nuestros prejuicios sobre la realidad, podremos observar fenómenos hasta entonces imperceptibles a nuestros ojos.
Esta idea me llevó a pensar en mi perro. Rufus acaba de cumplir 5 años, y es un perro adoptado de una admirable organización en defensa de los perros y gatos, El Refugio. Al principio, Rufus tenía grandes dificultades para adaptarse al entorno urbano. Mi pareja y yo decidimos recibir la ayuda de un adiestrador para que nos enseñara a interpretar los mensajes y señales de Rufus imperceptibles para nosotros. Tuvieron que pasar algunos años hasta que pareciera disfrutar de los paseos por el barrio. Hoy Rufus, sin haber abandonado el miedo, es un feliz y sociable perro que da una gran compañía y regala un amor infinito.
Tras ver el documental sobre el pulpo, he tratado de comprender lo que ha contribuido a su evolución y lo que no.
Me encanta pasear por el campo y la montaña y reservo siempre que puedo un rato entre semana para escaparme con Rufus a la naturaleza. Tras ver el documental, me fijo más en su comportamiento mientras está en el campo. Rufus, libre de ataduras, va por donde quiere, huele lo que más le atrae, me recoge cuando le parece que estamos alejándonos… Tras correr durante un buen rato, me busca en lo que pareciera ser un acto de agradecimiento por haberle llevado al campo. Si encuentra una zona de prado, se reboza sobre él. Parece tener un intenso e innato contacto con la naturaleza y sin duda ahí no parece que ningún miedo le aceche.
Olvidando los beneficios evidentes que estos paseos traen en su salud mental y física, he podido observar otros cambios en el comportamiento de Rufus después de estos paseos. Se muestra más interesado en otros perros, e incluso a veces se acerca a la gente en la calle a que le acaricien. Con sus amos, el perro parece incluso más atento a las órdenes. El perro parece en general más feliz, más seguro, menos miedoso y más tranquilo al pasear.
Tras ver el documental, aprendí a entender mejor lo que Rufus quiere transmitir, y yo también vivo los paseos de un modo diferente. Trato de disfrutar de los olores, la luz, la belleza de las plantas, la tranquilidad…
Compartimos con los perros un buen porcentaje de nuestros genomas; hay estudios que afirman que un 75 %. Rufus, el pulpo, todos los animales y todos los humanos somos parte de la naturaleza y de ella venimos.
Es curioso que un pulpo o un perro nos tengan que recordar algo tan obvio.